Ahora un estudio ha demostrado la seguridad a medio y largo plazo del trasplante en la retina de células derivadas de Células Madre embrionarias humanas. Obtenidas a partir de unas células del ojo denominadas fotorreceptores, estas se introdujeron en la retina de 18 pacientes con una enfermedad oftálmica grave. Los sujetos continúan sin presentar complicaciones aparentes después de unos dos años, según el último informe sobre su estado de salud. Las pruebas también indican que la visión de más de la mitad ellos ha mejorado.
Las personas con ciertas enfermedades oculares, como la degeneración macular relacionada con la edad, así como la distrofia macular juvenil, o enfermedad de Stargardt, podrían beneficiarse de los tratamientos con Células Madre. Ello se debe a que el ojo representa un órgano privilegiado desde un punto de vista inmunológico, ya que resulta menos probable que las células trasplantadas sean rechazadas, en comparación con los otras partes del organismo. Dicho tratamiento podría, en teoría, repoblar el ojo con células que han sido destruidas y ayudar de este modo a restaurar la visión.
Pero todavía existen numerosos obstáculos para lograrlo. Entre ellos, llegar a cultivar la suficiente cantidad de esas células en una placa de Petri y asegurar que se conectan a la «maquinaria» existente en el ojo. También inquietan algunas cuestiones de seguridad, a las que se enfrentan todos los estudios con Células Madre, como la posibilidad de que estas proliferen sin control una vez implantadas.
Una recuperación parcial inesperada
En el estudio reciente, Robert Lanza, de Advanced Cell Technologies, Steven Schwartz, del Instituto Oftalmológico Jules Stein, de la Universidad de California en Los Angeles, y sus colaboradores aportan los detalles de los ensayos. Describen los resultados obtenidos en nueve personas con degeneración macular relacionada con la edad y en otras nueve con la enfermedad de Stargardt. A los voluntarios, de edades comprendidas entre los 20 y 88 años, se les inyectó bajo la retina un tipo particular de células. En concreto, las del epitelio pigmentario de la retina (EPR), obtenidas en el laboratorio a partir de Células Madre embrionarias humanas. La EPR, una capa de células en el exterior de la retina que nutre las células de esta, ofrece grandes ventajas en los estudios iniciales de seguridad. Debido a su pigmentación, las células pueden ser «rastreadas»; además, son fáciles de cultivar, manipular y controlar en el laboratorio. La desventaja es que las personas con tales enfermedades sufren una degeneración de la visión en gran parte porque están perdiendo otro tipo distinto de células: los fotorreceptores que detectan la luz en la retina.
Aún así, los resultados obtenidos hasta ahora permiten albergar esperanzas. Después de la intervención, 13 de 18 pacientes experimentaron un aumento en la pigmentación, lo que sugiere que las células trasplantadas habían cumplido su cometido. Los autores informaron también que 10 pacientes habían referido alguna mejora en la visión, un resultado inesperado. «En el mejor de los casos, pensábamos que podríamos evitar la pérdida de visión», comenta Lanza, porque se sabe que las células del EPR contribuyen a mantener los fotorreceptores existentes, en parte al digerir los residuos celulares que estos desprenden. «Nunca esperamos una mejora tan espectacular.» El autor sospecha que las células trasplantadas en realidad restauran la función de los fotorreceptores en estado de latencia.
Ahora algunos grupos, incluido el de Lanza, están intentando trasplantar directamente células fotorreceptoras. Los datos iniciales muestran que tales células, derivadas de Células Madre embrionarias humanas, tienen una enorme capacidad para migrar hacia la retina y restaurar la visión. Sin embargo, son más difíciles de cultivar en el laboratorio, y los ensayos se limitan de momento a los animales. A largo plazo, se espera que la inyección de esas células podría cambiar la vida de las personas que están perdiendo la visión o ya la han perdido del todo.
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Fuente: Science